Aquí tenéis una nueva ilustración que he recibido para Exertas. La ilustración trata de reflejar el evento más importante de la ambientación: la Caída de Tarrak, es decir el inicio del apocalipsis alzado. La ilustración es como siempre de +Ion Ander Ramírez y como siempre también podéis opinar y puede ser modificada.
Para acompañar a la ilustración aquí os dejo el texto del juego que habla sobre la Caída de Tarrak, aunque el origen del fenómeno no se revela, forma parte de la historia oculta de la ambientación y en principio está destinado solo a los directores de juego hasta que los jugadores lo descubran por si solos jugando.
El texto está corregido un par de veces pero aun me gustaría que pasara por un corrector profesional.
LA CAÍDA DE TARRAK
Poco se conoce con seguridad de la tragedia conocida como la Caída de Tarrak debido a que apenas hubo supervivientes para explicar qué ocurrió y ninguno de ellos conocía su causa. Una fría noche de invierno, en la capital del imperio, todos los cadáveres se alzaron animados por poderes desconocidos y abandonaron los múltiples cementerios de Tarrak, dominados por un irresistible impulso homicida. Los muertos se lanzaron sobre unos sorprendidos tarrakios que presa del terror no supieron como reaccionar y cuando lo hicieron descubrieron que no estaban preparados para luchar contra un enemigo así. Los muertos, a los que llamaron alzados, acabaron con la mayoría de los ciudadanos de la capital esa noche y entre los pocos que lograron escapar de la masacre algunos presentaban heridas provocadas por los muertos y enfermaron rápidamente. En pocas horas los febriles supervivientes ante el asombro de sus compañeros se transformaron en seres enajenados y rabiosos, presos de una enérgica furia, y atacaron al resto de refugiados. Éstos infectados mostraron signos de inteligencia y provocaron grandes bajas entre los tarrakios que aún conservaban su vida, transmitiendo a su vez lo que se conoció como la enfermedad de los alzados. El desastre definitivo ocurrió cuando los habitantes de la capital vieron cortada su vía de escape al alzarse los muertos de las poblaciones colindantes a Tarrak, los pocos supervivientes que lograron llegar a algún lugar seguro lo hicieron trastornados y el Primus Draxis, casi toda la aristocracia tarrakia así como las élites intelectuales y militares del imperio fueron víctimas de la catástrofe.
El alzamiento de los muertos siguió expandiéndose por Onira como una onda provocada por una piedra lanzada sobre aguas tranquilas, demorándose más a mayor distancia de Tarrak y provocando los mismos desastrosos resultados en aquellos lugares que no habían recibido advertencia alguna. El ejército más disciplinado y poderoso del mundo fue destrozado por el vacío de poder, la pérdida de las cadenas de mando y el desconocimiento de las tácticas necesarias para enfrentarse a estos nuevos enemigos. De todo el imperio, tan sólo en la periferia, donde las mejores selecctios estaban acantonadas, pudieron sobreponerse a la tragedia al haber recibido advertencias sobre el nuevo enemigo al que se enfrentaban. Había empezado la Guerra de los Muertos, que se extendería durante más de cien años.
Los supervivientes huyeron hacia los límites del imperio mientras las selecctios abandonaron las provincias ocupadas replegándose en dirección hacia las provincias interiores del antigüo imperio, tratando de asegurar los asentamientos supervivientes. La enorme cantidad de enemigos, el terror que provocaban, la dificultad para acabar con ellos y que sus bajas se unieran al bando contrario convirtieron los primeros años en una batalla por la propia supervivencia. Muchos grandes asentamientos cayeron, otros fueron abandonados. Algunos, como las ciudades del Valle del Antiquis, se cerraron desde el exterior dejando a los alzados encerrados dentro.
Tras la retirada de las tropas extranjeras, las tribus valuz y Lakaxia tuvieron que enfrentarse a la amenaza por ellas mismas. Los valuz fueron los que menos dificultades tuvieron en rechazar a los alzados; sus costumbres funerarias de incinerar con fuego de dragón y sus hábitos nómadas provocaron que el número de alzados en Valuzar no fuera una gran amenaza. En poco tiempo volvieron a elegir a un caudillo de todas las tribus que proclamó su independencia del Imperio de Tarrak.
En Lakaxia las cosas no fueron tan fáciles, su culto a sus antepasados y su costumbre de conservar sus cuerpos momificados en las casas provocaron muchas bajas iniciales. Sin embargo, sus ejércitos contaban con un excelente recurso para combatir a los alzados: sus bestias de batalla. Los mancuernos, simios de guerra y grandes felinos les permitieron superar la catástrofe, son inmunes a la enfermedad que transmiten los alzados y éstos no se comportan de forma hostil contra las bestias hasta ser atacados . Como los valuz, tras rechazar la mayor parte de la amenaza de los muertos, proclamaron su independencia.
Los clanes khetios, con sus difuntos encerrados en cavernas y acostumbrados a luchar debido a las continuas invasiones, controlaron rápidamente a los alzados que se levantaron e incluso los usaron para atacar a las tropas tarrakias en su territorio. Ninguna selecctio salió viva de Khetia. Las costumbres funerarias de las Islas Tardianas y Calonia, consistentes en entregar los muertos al mar y enterrarlos en tumbas de piedra, contuvieron a suficientes alzados para que su lucha no fuera tan dura como en otros territorios.
En el Imperio de Tarrak, una vez superado el embate inicial, tuvieron que afrontar los retos de aprovisionarse y producir comida. La población, airada y ansiosa por encontrar un culpable al que hacer pagar por sus desgracias, responsabilizó a los magos de la catástrofe, y turbas descontroladas arrasaron las pocas academias que quedaban en pie asesinando a un gran número de hechiceros. Los tarrakios, ampliamente superados en número, utilizaron sus armas, disciplina e inteligencia consiguiendo disputar algo de terreno ante las hordas de muertos, hasta que aparecieron los grandes alzados: inteligentes y capaces de coordinar sus caóticas tropas. La nueva situación les obligó a resistir confinados en aislados asentamientos autosuficientes, sin apenas esperanzas. El auxilio de los yuc-valuz, que acudieron con sus ejércitos y proporcionaron aliento de dragón, permitió a los asentamientos tarrakios resistir la terrible segunda acometida de las hordas alzadas.
Las Islas Tardianas recibieron una enorme cantidad de refugiados que buscaban la seguridad de un enclave aislado. La población aumentaba y las reservas de alimentos disminuían mientras se multiplicaban las penurias. El malestar fue creciendo hasta que finalmente estalló un gran motín que derrocó a los gobernantes, sumiendo las islas en la anarquía. Los barcos tardianos, tras largos años sin alzar la bandera pirata, volvieron a zarpar en busca de buques a los que saquear.
Aunque los tarrakios continuaban recluidos, su ingenio no lo estaba. La invención del petral y los estribos convirtió a los équites en una fuerza de combate arrasadora, permitiendo que los tarrakios empezaran a recuperar palmo a palmo el territorio perdido. Diferentes galeatius empezaron a destacar, luchando por sus propios asentamientos. Tardaron décadas a volver a batallar conjuntamente tropas de distintos territorios y cuando lo hicieron el sentimiento de pertenencia al imperio se había perdido y los recelos así como las rivalidades entre líderes eran comunes.
La intervención de Valuzar muchos años más tarde permitió dar un impulso definitivo a la reconquista. Los dirigentes de la ciudad de Alatravia, tras años de negociaciones y esfuerzos para recuperar la confianza de los que habían sido sus antiguos enemigos consiguieron forjar una alianza que aportó un buen número de tropas y enormes reservas de aliento de dragón a los tarrakios.
En Lakaxia, los nobles, irritados por la creciente influencia de los magos, los señalaron como culpables de la catástrofe, tratando de acabar con ellos. Ante semejante ataque los magos lakaxios se rebelaron y el pueblo, que había visto como el control mágico de las bestias les había salvado en numerosas ocasiones, les apoyó. Los hechiceros tomaron el poder y fundaron el Consejo de Magos, una omnímoda organización para dirigir el país y los destinos de todos sus habitantes. Lakaxia fue profundamente reorganizada bajo el criterio de los conjuradores, estructurando a la población en castas basadas en el dominio mágico.
El avance reconquistador de los tarrakios se frenó al llegar a la antigua provincia imperial. Tras varias incursiones que acabaron en desastre, se asumió que en ese territorio el poder de los alzados era descomunal y seguir avanzando un esfuerzo estéril. Un siglo después de la Caída de Tarrak, pagando el alto precio de una desmesurada pérdida de vidas y la pérdida del territorio más rico del imperio, la Guerra de los Muertos se dio por acabada.
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